Nemanja

UTD Unscripted: De Serbia a Stretford End

sábado 01 agosto 2020 14:51

Vemos la pelota irse por encima del alambrado y todos los chicos paramos de jugar. Nos miramos entre nosotros. Solo hay una cosa por hacer: piedra, papel o tijera.

Es la única manera de decidir quién tiene que ir a buscar la pelota.

Porque ningún niño quiere trepar para meterse en un cementerio, ¿no?

Ese fue el primer escenario en el cual jugué al fútbol, y se encontraba en Ub, Serbia, mi pueblo natal. Era un terreno sucio al lado del cementerio. Sí, justo al lado. No tenía nada de pasto, por lo que la superficie siempre estaba muy húmeda o muy seca, dependiendo de si había llovido o no. Era terrible. Pero me enseñó muchas lecciones, ya que tenía que mover el balón constantemente y esperar cualquier cosa.

Vivía en un barrio de 1500 habitantes aproximadamente, era bastante pequeño. Tenía un montón de amigos, y mi vida se trataba básicamente de jugar a la pelota, sin importar el momento, el lugar ni las condiciones del campo. Cuando volvía a mi casa, mis padres solo podían ver mis ojos, porque el resto de mi cuerpo siempre estaba lleno de barro.

Era la vida misma. Me encantaba.

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Nemanja Matić afirma

"Vemos la pelota irse por encima del alambrado y todos los chicos paramos de jugar. Nos miramos entre nosotros. Solo hay una cosa por hacer: piedra, papel o tijera. Porque ningún niño quiere trepar para meterse en un cementerio, ¿no?".

El fútbol siempre estuvo en mi familia. Mi papá era jugador, mi hermano también (actualmente está en Apoel Nicosia), y yo lo soy ahora. Mi familia me llevaba a entrenar y a jugar partidos todo el tiempo, sobre todo porque mi padre tenía que ir al mismo lugar que yo. Fue mi entrenador por un par de años, desde los siete hasta los nueve.

Lo odiaba.

Era una pesadilla. Era muy duro. Incluso cuando metía cinco goles en un mismo encuentro, ya que me decía que había jugado mal. Siempre encontraba un detalle. Los otros niños no tenían ese problema, pero yo sí. Con mi hermano no era tan malo, pero a mí siempre me pedía más. Siempre.

Hubo una vez en mi vida donde me dijo que había tenido un buen partido. Lo recuerdo, obviamente. Fue tras una semifinal de Europa League entre Benfica y Fenerbahce. Fue la primera y la última vez.

Siempre me pregunté por qué era tan demandante conmigo. Igualmente, cuando me pongo a pensar en frío, me doy cuenta que lo hizo por mi propio bien, y sirvió a largo plazo. Pero cuando tenía siete años, no me agradaba para nada tenerlo como entrenador.

De niño prefería el fútbol sobre la escuela. Sin embargo, no me malinterpreten, ya que en el colegio podía ver a mis amigos, entonces no era tan malo. Pero cuando tenía que ponerme a leer, en mi mente siempre me imaginaba a mí mismo jugando a la pelota o, en su defecto, al básquet. No era el mejor de mi clase, pero era lo suficientemente bueno como para pasar de año y, a la vez, seguir practicando deportes.

Cuando no estaba en la escuela, especialmente durante las vacaciones de verano, me quedaba en mi barrio, ya que mi familia no tenía plata para ir a ningún lado. Pero eso no era un problema. En aquel entonces, ni siquiera pensaba en irme de vacaciones. Mi país se encontraba atravesando un momento económico bastante complejo, pero yo estaba contento con lo que teníamos. En el verano, tenía tiempo para practicar todo tipo de deportes, desde fútbol hasta básquet y vóley. Organizaba torneos con mis amigos y con chicos de otros pueblos, y me entretenía con eso.

Y cuando niños de otros barrios venían al mío a jugar algún partido, era increíble. Esos encuentros eran durísimos. No teníamos espectadores, pero en nuestras mentes estábamos jugando el clásico entre Estrella Roja y Partizán. Teníamos que ganar. Estaba en juego nuestro orgullo. Jugábamos por el pueblo, y no podíamos permitir que chicos de otros lados nos derrotaran. No era una posibilidad.

A los 10 años, un entrenador de un club grande que se encontraba más o menos a media hora de mi casa, me vio jugar en uno de estos torneos amateurs, se me acercó y me preguntó cuántos años tenía. Le dije que había nacido en 1988.

“Ni siquiera sabés cuántos años tenés”, me dijo.

No me creía. Por la forma en que jugaba, había pensado que era mucho más grande. Entonces, encontró a algunas personas que conocían a mi padre, consiguió su número de teléfono, lo llamó y le preguntó cuándo había nacido.

“En 1988, como él te dijo”, le respondió.

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Nemanja Matić afirma

"Las personas de mi país suelen alentar a los equipos extranjeros que cuentan o contaban con futbolistas serbios. Por eso muchos son fanáticos de Manchester United. Y no solo por mí, sino por Nemanja Vidić".

Este hombre era entrenador de uno de los mejores clubes de juveniles de Yugoslavia, por lo que le dijo a mi papá que debería ir a jugar con él y participar del torneo que se venía, el cual iba a contar con la presencia de los mejores 16 equipos del país.

Mi padre dijo que sí, entonces fui. Ganamos la competencia, fuimos reconocidos como el mejor conjunto juvenil de Yugoslavia y me quedé con el premio al Jugador del Torneo. Después de eso, tanto Estrella Roja como Partizán me quisieron en su equipo.

Elegí Estrella Roja, pasé cuatro años allí hasta que me dijeron que no era lo suficientemente bueno, por lo que me dieron vía libre para irme y seguir mi propio camino. Como me encontraba en Belgrado y estaba estudiando en la ciudad, tuve que quedarme y encontrar un nuevo club. Entonces fui a Partizán.

Estuve un año ahí y me dijeron que no era lo suficientemente bueno, ¡otra vez!

Cuando la gente se la pasa diciéndote estas cosas, ¿qué más podés hacer? Probarles que están equivocados.

Después de eso, volví a mi casa y jugué un tiempo en el equipo de mi pueblo. A los 18 años, pasé a la tercera división de Serbia, donde estuve seis meses. Más tarde, ascendí a la primera división eslovaca con Kosice y, tras dos años y medio, fui a Chelsea. Después me mudé a Benfica, a Chelsea nuevamente y, por último a Manchester United.

Parte de esto se dio gracias a mi madre. Ella siempre quería que la escuela estuviera por encima de los deportes, por lo que no estaba del todo contenta con mi elección. Recuerdo la primera vez que entré a un club y tuve que ir a entrenar. Tuve que decirle a mi maestra que iba a perderme algunas clases, ya que tenía que viajar para seguir jugando a la pelota.

La profesora, casi entre risas, me dijo:

“Está bien, pero tus padres tienen que venir a decirme esto, no vos, porque sos solo un niño”.

Sin dudas, decirle a mi mamá que tenía que ir a hablar con la maestra para comunicarle esto no fue nada sencillo. Casi se larga a llorar, pero a pesar de todo, fue y lo hizo por mí.

Gracias a esto, tengo la carrera que tengo.

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Nemanja Matić afirma

"Me encanta volver a Serbia, y tengo que admitir algo que me pareció muy raro y sorprendente a la vez: en Ub, hay una calle que lleva mi nombre. Cuando me enteré, no lo podía creer".

Antes del inicio de la actual temporada, pasé prácticamente todo el verano en Ub. Fueron las vacaciones más largas de mi vida. Lo mejor de Ub es la gente. Cuando nos vamos de gira con el club y visitamos lugares como Singapur o China, por ejemplo, la gente se sorprende al vernos. Pero cuando vuelvo a Serbia, las personas me miran y me dicen: “Nemanja, ¿cómo andas?”. Es normal para ellos, y me hace muy feliz.

Tengo una rutina allí. Me levanto a la mañana, voy a la pileta con los niños, almuerzo, me siento junto a mi esposa a ver cómo los chicos juegan a la pelota con sus amigos, y la gente sabe que estoy ahí. Es normal para todos.

Todavía cuento con un montón de amigos de la infancia. Una noche nos juntamos y decidimos armar una especie de club por nuestra cuenta. “Vamos a empezar de abajo”, dijimos. Las primeras dos temporadas ganamos todos los partidos. Fueron 47 al hilo, por lo que ascendimos tres veces y ahora estamos en la cuarta división, que sería el equivalente a la League Two. El año pasado terminamos octavos. Vamos a ver cómo seguimos.

Nemanja Matić defendiendo los colores de Manchester United.

Las personas de mi país suelen alentar a los equipos extranjeros que cuentan o contaban con futbolistas serbios. Por eso muchos son fanáticos de Manchester United. Y no solo por mí, sino por Nemanja Vidić. Otros prefieren a Chelsea por Branislav Ivanović o a Inter por Dejan Stanković. Cuando era chico, era lo mismo. Siempre seguía a los clubes que tenían jugadores de la Selección. En Serbia, me gustaba Estrella Roja, pero fuera de mi país simpatizaba por Valencia, ya que un amigo de mi papá jugaba allí. Su hijo ahora vive en Manchester y es un buen amigo mío. ¡Qué pequeño es el mundo!

Me encanta volver a Serbia, y tengo que admitir algo que me pareció muy raro y sorprendente a la vez: en Ub, hay una calle que lleva mi nombre. Cuando me enteré, no lo podía creer. Fue muy extraño conducir por ese camino. Todavía no entiendo por qué lo hicieron.

Tal vez en 20 o 30 años vuelva y piense: “Está bien, hice algo bueno”. Pero ahora lo encuentro muy raro. Es agradable, obviamente, y me llena de orgullo que la gente de mi ciudad piense que hice algo bueno.

¡Supongo que recorrí un largo camino desde que aquella vez que trepé el alambrado del cementerio!

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